Insectos frente al desafío de la seguridad alimentaria
#VozBiotech | El acceso permanente a alimentos seguros, nutritivos y sostenibles, es posible gracias a la utilización de nuevas fuentes de proteínas como el Tenebrio Molitor, aprobado por la Comisión Europea para consumo humano

La crisis de Ucrania ha puesto de manifiesto la necesidad de encontrar fuentes alternativas de abastecimiento para garantizar la seguridad alimentaria. La amenaza de una carestía a nivel global ha hecho saltar todas las alertas, ya que Rusia y Ucrania exportan conjuntamente más de un tercio del cereal y la mitad del aceite de girasol que se consumen en el mundo. Y por si fuera poco, Rusia también es el principal exportador de potasa, un ingrediente imprescindible en la fabricación de fertilizantes químicos, lo que supone otro duro golpe para la ya maltrecha industria agropecuaria.
Dicho esto, la seguridad alimentaria no es un problema nuevo, aunque el conflicto al que asistimos atónitos desde hace dos meses lo haya hecho emerger de manera dramática. El momento, además, no podía ser más delicado, con la pandemia de la covid-19 todavía latente y los precios de los carburantes alcanzando techos históricos.
Pero si echamos la vista atrás, comprobaremos que Naciones Unidas lanzó la voz de alarma hace más de una década. Según la Agencia de las Naciones Unidaspara la Alimentación y la Agricultura (FAO), una de cada nueve personas en el mundo está subalimentada, lo que representa más de 815 millones de personas. Y las previsiones no son halagüeñas. Si todo sigue igual, esa cifra alcanzará los 2.000 millones de personas en el año 2050.
Un huracán de hambruna
El secretario general de la ONU, Antonio Guterres, lo expresó de manera muy gráfica hace tan sólo unos días, hablando de un “huracán de hambruna” que arrasará continentes enteros si no encontramos una solución.
El desafío parece monstruoso, aunque afortunadamente existen soluciones que podemos poner en marcha para intentar esquivar el escenario más catastrófico. Entre ellas, la producción de proteínas alternativas derivadas de fuentes hasta ahora no explotadas, como los insectos.
La utilización de determinados insectos, como el Tenebrio Molitor que cría y transforma Tebrio, está aprobada en la Unión Europea para el consumo acuícola desde 2017, y para la avicultura y el sector porcino desde 2021. Y ese mismo año, la Comisión dio también su visto bueno para el consumo humano, ampliando la perspectiva a nuevos y prometedores horizontes.
Estas larvas pueden producirse a gran escala. Y dado su elevado contenido en proteína altamente digerible, aminoácidos y ácidos grasos esenciales, se presentan como una opción sostenible que puede completar, con porcentajes nada desdeñables, otras materias primas. Lo que a su vez nos permitiría reducir las importaciones de determinados productos y aumentar nuestra autosuficiencia.
Quizá en Europa aún no estemos preparados culturalmente para incluir insectos en nuestro menú. Pero si los utilizásemos para fabricar piensos animales, estaríamos haciéndole un gran favor al planeta del que nos beneficiaríamos todos. Recordemos que el 40% de la tierra cultivable que hay en el mundo se destina a cultivos relacionados con los piensos ganaderos. Y que en algunos puntos del globo se están deforestando a diario millones de hectáreas para seguir produciendo unos cultivos que a medio plazo son insostenibles.
Proteger la agricultura y la ganadería
A nadie en su sano juicio se le ocurriría acabar con la agricultura y la ganadería, un sector que representa la friolera del 10% del PIB mundial, que da trabajo a 1.000 millones de personas y que además sigue siendo el principal motor y sustento para muchos países en vías de desarrollo. Pero lo creamos o no, eso es precisamente lo que estamos consiguiendo con el actual modelo productivo. Si no optimizamos nuestros recursos naturales, no protegemos la biodiversidad y no racionalizamos el uso del agua, el cambio climático acabará empujándonos hacia el abismo. Y no tardará mucho en hacerlo.
Pero volviendo a Ucrania, si Europa utilizara entre un 5% y un 10% de proteína alternativa para suplementar los piensos de cereales que ahora consume el ganado, compensaríamos gran parte del déficit de grano que está generando el conflicto, sin descuidar el suministro de alimento animal. Imaginemos entonces lo que conseguiríamos si extrapolásemos esa medida a nivel global.
Evidentemente, la guerra contra el hambre la tenemos que librar desde todos los frentes posibles y de una manera coordinada que aglutine al máximo número de actores. Pero no olvidemos que, hasta lo más insignificante como un insecto, puede marcar un punto de inflexión.